Aquí se nacen las sombras, aquí gangrenamos los brazos de luz. Aquí beso tras beso oxidamos a Dios. ¿Besos? besos de sal, mis labios y el mar, ¿quién más?, si aquí la carne se hace niebla y aún así se pudre y entre mis dedos se escurre su nostalgia, su humedad. Y te sueño, por que eres luz que no atraviesa mis venas. Y te mantienes fresca, por que no eres carne. Y te mantienes verbo, mirando el horizonte desde la cima de mi lengua.
Gozando con el anochecer.
Poblando de oscuridad mi garganta.
1 comentario:
Profundo, seco y amargo... qué buen trago.
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